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  • Convergencia terrestre y satelital: no se debe subestimar la posibilidad

    Las fronteras tradicionales en las telecomunicaciones satelitales se están difuminando, impulsadas por la transición de los servicios fijos/móviles a nuevas constelaciones. Esta convergencia genera incertidumbre regulatoria y plantea desafíos sobre soberanía nacional y justificación de inversiones. Aún no está claro si D2D/DTC será un éxito.

    En la prehistoria de las telecomunicaciones por satélite, las bandas de frecuencias asignadas a servicios fijos y móviles desde el espacio estaban altamente protegidas para garantizar una interferencia mínima y un servicio confiable. Los activos principales de las empresas de infraestructura satelital incluían además de los propios satélites y el equipo terrestre necesario para su operación, también las licencias otorgadas por diversos países para la prestación de servicios de telecomunicaciones. Estas licencias eran cruciales, ya que regulaban el uso de bandas de frecuencia que a menudo estaban sujetas a complejos marcos regulatorios. Tradicionalmente, el proceso de asignación de espectro era lento y burocrático, caracterizado por intrincados desafíos tecnológicos y regulatorios. Esta lentitud contrastaba marcadamente con las asignaciones más ágiles y de rápida evolución para los servicios móviles celulares.

    En los últimos años, el panorama de las telecomunicaciones por satélite ha experimentado una transformación significativa. La distinción entre los servicios móviles por satélite (MSS) y los servicios fijos por satélite (FSS) ha comenzado a difuminarse. Este cambio ha impulsado una revaluación de los procesos de asignación de espectro. Segmentos considerables del espectro, originalmente designados para acceso fijo en bandas como Ku y Ka, se han reutilizado para constelaciones de órbita terrestre baja (LEO) como Kuiper de Amazon, Starlink de SpaceX y OneWeb. Estas empresas han aprovechado los avances tecnológicos y la dinámica cambiante del mercado para proporcionar acceso a internet de alta velocidad en amplias áreas geográficas y a precios disruptivos.

    A medida que ha ido evolucionando su servicio, SpaceX en particular ha agregado SLAs (Service Level Agreements o "Acuerdos de Nivel de Calidad") para garantizar el servicio en algunos de sus planes, manteniendo un precio significativamente menor que el de cualquier opción basada en VSAT, que hasta ahora era prácticamente la única manera de tener servicio satelital de banda ancha garantizado.

    En paralelo a todos esos movimientos y en forma inesperada, nuevos participantes en el sector, como Lynk y AST SpaceMobile (ASTS) comenzaron a probar conexión de equipos celulares con satélites, aprovechando un panorama regulatorio que se ha vuelto más permisivo en ciertas jurisdicciones. SpaceX aprovechó esta oportunidad para desplegar servicios 4G/5G directamente, una medida que ha alterado radicalmente el ecosistema tecno-regulatorio tradicional. Adicionalmente anunció la compra de espectro global a Echostar en banda S. Las fronteras, antes claras, que separaban los servicios satelitales y terrestres se están entrelazado cada vez más, dando lugar a una convergencia de tecnologías y a contradicciones en marcos regulatorios.
    Hoy operadores y reguladores se enfrentan a una gran incertidumbre al lidiar con estos cambios. Surgen interrogantes sobre compatibilidad de equipos, legislación de acceso espectro y viabilidad económica de servicios prestados desde el espacio y desde la tierra. A medida que la tecnología continúa avanzando, operadores terrestres deben considerar cómo justificar sus inversiones en infraestructura rural, especialmente ante la presión competitiva de servicios satelitales, que podrían ofrecer cobertura sin necesidad de infraestructura terrestre sustancial.

    Además, el panorama cambiante plantea interrogantes cruciales sobre la soberanía estatal y la autoridad regulatoria. A medida que empresas de infraestructura trascienden fronteras nacionales y potencialmente ejercen mayor poder económico que países enteros, estados deben afrontar desafíos complejos para garantizar integridad y seguridad de telecomunicaciones dentro de la jurisdicción.

    Puede que el desafío más urgente para estabilizar la situación sea distinguir entre las promesas comerciales, a menudo diseñadas para aumentar percepciones de mercado y valorizaciones en bolsa, de las posibilidades reales. Empresas participantes, tomadores de decision tanto gubernamentales como privados e incluso usuarios finales necesitan poder discriminar entre ruido y señal, y para esto el insumo más importante serán las primeras pruebas imparciales, considerando que no es lo mismo la experiencia de usuario cuando un servicio está comenzando, y por lo tanto tiene poca demanda, que el resultado de muchos usuarios a la vez tratando de comunicarse en una zona altamente poblada cuando sucede un desastre.


    La sostenibilidad del servicio Direct-to-Cell (D2C) de Starlink está en duda. De muestra un botón: el rumor en la última World Space Business Week es que SpaceX no está muy feliz con lo que está pagando T-Mobile por acceso, con menos de 1 millón de usos mensuales durante menos de 3% de su tiempo conectado, no parece justificarse la tremenda inversión en infraestructura satelital (más de 600 satélites dedicados) para servicio directo a móviles. En Chile, luego de un largo periodo de pruebas, la Contraloría General de la República aún no autoriza la explotación comercial de espectro celular terrestre desde el espacio. ¿Será este el comienzo de un fracaso del D2C? Al igual que con Starlink Broadband, es demasiado pronto para un juicio definitivo. Si bien debemos anticipar la posibilidad de un éxito disruptivo, el rendimiento de la tecnología y la respuesta de los mercados y los reguladores determinarán en última instancia su destino, y allí persisten incógnitas.